Caía el sol de la tarde, fin del invierno principio del verano. Allí estaban, sentados en la vereda de un local en los suburbios de un barrio del gran Buenos Aires. Era una calle céntrica, con movimiento urbano con aroma a vuelta a casa luego de la jornada de trabajo. Estación de tren cercana, calle con autos, barreras bajas, gente caminando por la vereda. Eran dos, varones, y tendrían 8 y 5 años, quizás menos.
Entonces el mayor le mostraba al menor las reglas del juego, alardeando.
Bang! Bang! Bang! Pum! Pum! Pum! Pim! Pam! Pim! Pam! Onomatopeyas, todas de disparos. El juego consistía en simular con la mano una pistola, un revolver y dispararle a todo y a todos, mientras se hacía la onomatopeya.¿Juego simple?
No quisiera caer en la tentación de analizar la simpleza o gravedad de tal juego. No quisiera entrar en hablar de delincuencia juvenil, ni comparar con LOS OLVIDADOS, con BABEL y hacer un cuadro de comparación entre la cinematografía que mostró un niño con un arma, y el juego ¿inocente? ¿Simple? El juego imaginario, seguro, porque el arma no existía.Tan solo quiero describir la fotografía que no pude tomar. Entonces, dos hermanos al parecer hermanos, uno mas grande le mostraba el juego al mas chico.
BANG! BANG! Disparaban a todo el mundo y rían; para mí conformaban una parte de un todo del paisaje urbano. Hasta que capto la totalidad de mi atención cuando vi que el hermano más grande agarraba las manos de su hermano y las bajaba pálido; mientras en simultaneo decía NO a ellos no. Un auto policial pasaba por esa Calle, las luces típicas de patrullero se reflejaron en las caritas de los dos, serios ya sin risas. Y escuche otra vez, “A ellos no”.
Por miedo o por respeto, no lo se, pero sus caras se transformaron.
Yo caminaba por esa misma cuadra. Cuando llegue a la esquina, el patrullero ya estaba alejado y volví a escuchar el BANG! BANG! PUM! PUM!
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